martes, 22 de octubre de 2013

Me-moría.

Te me repites, como una lenta y constante letanía. 
Te repites. Y yo no hago otra cosa que darte cuerda. 
Te me repites. Así, de forma infinita, desde que un día dejé que entraras en mi vida. 

Momento de periódica perdición. 
Un instante de agonía reiterada.
Palabras escuchadas una vez se reproducen en infinitud. 

Es el eco de tu voz que, lejos de atenuarse, golpea con más vigor. 
Palabras, de mentes, con ecos. 

Y yo te repito.
Y tú te has ido. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Cada uno con sus monstros.


Un grito.
Oscuridad, una sombra en la esquina de la habitación.
Un resquicio de luz y unos ojos fijos en los suyos.
Ya no se oyen más gritos.
Comienza a moverse, paso lento, temeroso y a la vez amenazante.
Ya no son sólo unos ojos, sino muchos pares fijos en ella.
Distintas formas, texturas, colores.
Son monstruos, pero son suyos. Miedos, inseguridades, recuerdos, pasiones, locuras...
Todo, en primer lugar, rechazado.
Se acercan hasta ella, es un contacto extraño pero íntimo.
Ella les abre sus brazos y los miles se funden en uno.

Porque, al abrigarse a uno mismo comienza el infinito.

domingo, 13 de octubre de 2013

Prisionero de esas paredes vacías.


     Cuando el deseo se acaba, cuando el amor es el triste espectro de todo lo vivido, una sombra difusa que oculta la claridad de los días.
      Cuando la ilusión deja paso a la costumbre, cuando son cadenas las que te atan al eje que hacía girar tu mundo.
     En el corazón todo ha terminado y es la mente quién te mantiene preso. 
Prisionero de paredes vacías. 
            Y  tú,
            le aúllas a mi oído,
            clamando 
             
                        libertad.

jueves, 3 de octubre de 2013

Entre las sábanas revueltas de Atlas.


Y otra vez te despiertas, con el otoño entrado y el invierno en las manos.
¿Y qué, si a tus ojos aún  les queda un halo de verano y suplican primavera?

Tú te despiertas con el otoño entrado y el vértigo sentado en los párpados.
Mirando por la ventana los días pasan entre una gama de grises.
Una nebulosa de tiempo te envuelve y los días pasan entre deprisa y despacio, indiferentes e inevitables.

Preferiste quedarte a vivir en lo ilimitado del mundo de las posibilidades,
no quisiste saltar.
Te quedaste a vivir en un embarcadero,
anclado.
Secuestraste tu libertad, porque te creíste perder como dueño del destino.
Sólo fuiste un cobarde, pero, al fin y al cabo, mío. Mi gran Atlas,
con la eternidad condenada sobre sus anchas espaldas.

Y otra vez te despiertas, 
es casi invierno, 
y tú, 
sigues perdido.