domingo, 25 de mayo de 2014

Otro final para Asterión


I. 

Mucho me temo que vienen a rescatarme. Aparece sobrevolando los intricados pasillos que componen mi casa, pequeño mosquito molesto, ni él ni su maldito padre dejarán de torturarme con sus absurdos juegos. Sus brazos accionan las alas, mientras su cabeza gira brusca y reiteradamente indicando dónde estoy.  Sólo era cuestión de tiempo. Ya escucho sus pasos. Suaves, ágiles. Mejor, será rápido. Siento su respiración acelerada, está justo detrás. Me llama, es una voz de mujer. 

Ariadna está frente a mí. Gloriosa, con el cabello despeinado y la toga embarrada. En su mano la bobina de hilo dorado manchada de sangre. Sonríe y dice: He vuelto a por ti.


II. 


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(Como algunas segundas partes, puede ser mejor obviarlas. Y un chiste explicado quizá ya no tenga tanta gracia, pero...ahí va: Primera explicación factible a la parte I.) 

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Se acerca a mí, no me teme. Toma mi mano humana entre las suyas y me conduce fuera de la que ha sido mi casa varias vidas.

Ya en la puerta, a los pies del laberinto Teseo yace muerto. En su cabeza la muesca redondeada y perfecta. Mis ojos de toro se tornan interrogantes hacia ella.

Otra vez esgrime esa sonrisa curvada, ahora por atisbos de locura, y encoge los hombros: Ha sido la última vez que me abandona.


II.a

Teseo y Ariadna ayer mismo planeaban su boda con mi cabeza presidiendo el centro del banquete. Hoy, ella me ofrece su mano y él está muerto. 

Yo, Asterión, único en mi cruel especie creada por los dioses, siento miedo. Miedo de la metamorfosis humana, de la traición y de cómo la sonrisa de un ángel puede esconder algo más terrible que la muerte: un amor que no admite el perdón. 

sábado, 17 de mayo de 2014

Hielo

Abro los ojos, maldito dolor de cabeza. El cuerpo entumecido. Mierda, ya he vuelto a dormir en esa posición tan incómoda ahora estaré todo el día moviendo el cuello como si fuera la niña del exorcista. Qué erótico. 

Camiseta ancha, bragas y piernas largas torneadas enrolladas entre las sábanas. Está llegando el verano. 


Saco el coletero de la muñeca y me hago un moño improvisado. A él siempre le he gustado más con el pelo recogido. Podría escapárseme esa sonrisa soñadora pero no sonrío, hoy no. No me ha hecho falta alargar la mano en la cama para saber que vuelves a no estar aquí, conmigo. 


Siempre se me termina yendo la cabeza entre unas cuantas cervezas de más. Oye, hacía mucho que no podía decir "acabo de hacer una locura por amor". Pero ya ves, otra vez me sumerjo en el eterno retorno. Aquí estoy, con un moño y en bragas pensando qué coño hice mal contigo, otra vez. 


Miro las medias en el suelo. Rotas. Ayer debí de caerme o de tirarme por un precipicio. Analogías de medias y mi vida.


Suspiro en dirección al baño. En el espejo se reflejan los labios aún rojos y restos de rímel en las pestañas. Dos tirabuzones pelirrojos enmarcando la cara. Guapa, sí, guapa. Total, si no me lo digo yo, entonces ¿quién? 


Tengo la vida suficientemente mordida para saber cómo disfrutarla sin terminar de arrancarme el corazón.


En la ducha el agua fría, que me deje el interior a su habitual temperatura ambiente. Que ayude a reconstruirme las murallas de hielo que ayer derribaste. 


Me seco sin mimo. Me miro, y el espejo me la devuelve desafiante. El cabello empapado, corto, color fuego, sin peinar. Indomable, salvaje y siempre con ganas de aventura. Como yo.


Comienzo el ritual como cada mañana. Cuando termino de pintarme los labios, ya no hay restos de cenizas que barrer y sólo queda una barrera de cristal de hielo amurallando el corazón.