viernes, 8 de agosto de 2014

Una de Troyas

Es la historia de siempre y sólo nos hemos cambiado los papeles.

Lo que habría sido mi personaje camina hacia el suicidio amoroso no por tristeza, sino por estupidez.

Una de las estupideces más ancestrales del mundo, tan sólo comparable con la lucha de poder, con la muerte de Príamo y Aquiles la misma noche y una Troya arrasada por las llamas.

Es un personaje firme que no tiene nada que perder, eterno porque ya se ha roto en millones de esquirlas que ni un titán, en el más cruel de los castigos divinos,   pudiera alcanzar a contar. 

Es el héroe antagonista, la última mirada incrédula de Andrómaca al ver caer a su Héctor, el dolor irracional desprovisto de sabiduría que encuentra fuerza de donde no quedan ni las cenizas de sus mil ciudades imaginadas.

Y, en ése instante en el que acecha la presencia del vacío, sobreviene la última instancia de todas, el Caos.