domingo, 27 de septiembre de 2015

Microcuento de Soledad.

Todas las mañanas repite el proceso. Hace café, 
pone dos tazas en la mesa y lo sirve con mimo.
Dos cucharadas de azúcar para mí, una para ti. 
El segundo café siempre se va por el sumidero. 
Hace meses que el vacío ocupa la silla de enfrente y el lado derecho de la cama.

Segundo final:

Hay una ristra infinita de segundos cafés apilados encima de la encimera,
 por los muebles, incluso volcados en el suelo. 
No ha habido nadie desde hace meses que quisiera ese segundo café.
 El vacío no existe en esa casa, en su lugar, 
un conjunto de ausencias ocupa la silla de enfrente y el lado derecho de la cama.