domingo, 25 de mayo de 2014

Otro final para Asterión


I. 

Mucho me temo que vienen a rescatarme. Aparece sobrevolando los intricados pasillos que componen mi casa, pequeño mosquito molesto, ni él ni su maldito padre dejarán de torturarme con sus absurdos juegos. Sus brazos accionan las alas, mientras su cabeza gira brusca y reiteradamente indicando dónde estoy.  Sólo era cuestión de tiempo. Ya escucho sus pasos. Suaves, ágiles. Mejor, será rápido. Siento su respiración acelerada, está justo detrás. Me llama, es una voz de mujer. 

Ariadna está frente a mí. Gloriosa, con el cabello despeinado y la toga embarrada. En su mano la bobina de hilo dorado manchada de sangre. Sonríe y dice: He vuelto a por ti.


II. 


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(Como algunas segundas partes, puede ser mejor obviarlas. Y un chiste explicado quizá ya no tenga tanta gracia, pero...ahí va: Primera explicación factible a la parte I.) 

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Se acerca a mí, no me teme. Toma mi mano humana entre las suyas y me conduce fuera de la que ha sido mi casa varias vidas.

Ya en la puerta, a los pies del laberinto Teseo yace muerto. En su cabeza la muesca redondeada y perfecta. Mis ojos de toro se tornan interrogantes hacia ella.

Otra vez esgrime esa sonrisa curvada, ahora por atisbos de locura, y encoge los hombros: Ha sido la última vez que me abandona.


II.a

Teseo y Ariadna ayer mismo planeaban su boda con mi cabeza presidiendo el centro del banquete. Hoy, ella me ofrece su mano y él está muerto. 

Yo, Asterión, único en mi cruel especie creada por los dioses, siento miedo. Miedo de la metamorfosis humana, de la traición y de cómo la sonrisa de un ángel puede esconder algo más terrible que la muerte: un amor que no admite el perdón. 

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