martes, 26 de noviembre de 2013

Vorágine.

Te dueles, distinto y diferente. 
Luz con sombras,
oscuridad. 

El interior de un volcán, abrupto e irregular, 
profunda oscuridad. 
Y el dolor un pozo negro que sólo puede explotar. 
El mundo le tiembla y se rasga,
se difuminan realidad y ficción. 
La erupción apocalíptica y el humo denso ahoga. 
Pero la luz traspasa límpida, 
directa al corazón y deja el dolor recubierto de agridulce esperanza. 

El pantano, traicionero y enraizado.
Agua en movimiento que no se deja avanzar.
Ni luz ni oscuridad permite pasar, un soplo estancado. 
Las aguas como manos agarran, impidiendo respirar. 
Aspiran remolinos de arenas movedizas, hundimiento de lenta agonía. 
Y no hay luz ni esperanza, ni siquiera oscuridad.
Y piensas poner a secar el pantano antes que intentar nadar.

Vorágine de hielo, remolino gélido, 
pasión desenfrenada estática. 
Presión inmóvil que transforma en témpano de hielo, 
quema por dentro y deja el envoltorio perfecto, impertérrito. 
Hielo y fuego en un mismo movimiento
contradictorio, desgarrado. 
El interior envuelto en llamas y muros de cristal impidiéndole salir.
Luz y oscuridad todo en un haz, enjaulado.
Lucha continua contra la eternidad inmóvil 
esperando a que la luz consiga resquebrajar el hielo 
y liberar el fuego que arde oculto. 

Volcán de oscuridad llena de luz, 
Pantano, estanque de lágrimas.
Vorágine de contradicción constante.

1 comentario: