Vuelvo a ser Penélope.
Ulises se ha marchado,
dice que se va de casa,
que no me encuentra en las paredes de Ítaca,
que se le ha vuelto grande
y, a la vez, demasiado pequeña.
Ha zarpado y ya atraviesa tormentas de recuerdos y
vuela en huracanes de pensamientos.
Sus ojos ya no se distinguen del mar,
los dos azules e infinitos.
Dice que se va,
pero para venir a buscarme
que él aún no sabe tejer mantas.
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