jueves, 26 de febrero de 2015

Somatizando


Llevo meses con las palabras atascadas en la garganta,
con una lucha encarnizada abierta de cabeza y corazón. 
Me ahogo queriendo involuntariamente
mientras unas manos trasparentes me agujerean el caparazón. 
Ya no hay envoltorio, no hay hielo, ni pintalabios que maquille
lo que queda de fachada. 

Me miro al espejo, la vanidad se me ha quedado grande,
restos de rímel acentúan las ojeras.
Dudo si ponerme la máscara o dejarme la cara lavada.
Aunque al final ni uno ni otro y sale este a medias tan extraño. 

No han sido pocas noches las que he tenido que dormir con un boquete en el pecho
 e, incluso, con la espalda de mi madre en contacto con el cuerpo.
Me dice que somatizo hasta lo indecible,
aunque yo ya lo sabía,
que la angustia y el vacío han hecho daño
y que ahí tengo la herida. 

lunes, 26 de enero de 2015

Hombre pájaro

Ten cuidado hay un hombre en el tejado creo que viene a por ti.
Habla mucho, demasiado, parece que se ha quedado enganchado.
Y lleva una vida mirando al ave que dejó partir.
Le hizo unas alas de cristal plateado, él se quedó en tierra, pesaba demasiado. 

Hoy le visto en tu tejado, ten cuidado, parece que tiene ganas de huir.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Corazón centrifugado

Llevo casi tres días sin ver la luz del sol,
no me salen bien ni los moños de antes de la ducha.

Se ha roto la tetera y tengo promesa de no usar el microondas.
Caliento todo a fuego lento como si me sobrase el tiempo cuando,
en realidad, no hace más que faltarme y siempre acabo llegando
tarde. 

He descubierto que los pájaros también buscan las jaulas,
que si centrifugas corazones pueden encoger
y que cada uno se hace el amor a medida.


jueves, 23 de octubre de 2014

Ulises

Vuelvo a ser Penélope.

Ulises se ha marchado,
dice que se va de casa,
que no me encuentra en las paredes de Ítaca,
que se le ha vuelto grande
y, a la vez,  demasiado pequeña.

Ha zarpado y ya atraviesa tormentas de recuerdos y
vuela en huracanes de pensamientos.
Sus ojos ya no se distinguen del mar,
los dos azules e infinitos.

Dice que se va,
pero para venir a buscarme
que él aún no sabe tejer mantas.

jueves, 16 de octubre de 2014

En el tres treinta y seis.

Vivo en una recta llena de curvas, 
en un tres treinta y seis sin ascensor, 
en el cero del 2.270,
en el último minuto de veintidós horas con dos. 

Soy la mirada copiloto,
la mano en tu cuello y la tuya en mi pierna.
Soy en el gesto inesperado,
en los besos de espaldas,
en el sello que recorre un AlemaniaEspaña.

Duermo de derechas, de ti a la izquierda,
en una esquina de pecho y brazo.
Despierto con el pelo suelto y enredado
siempre que es a tu lado.

Aquí tengo el mundo bajo cero. El sol se ha escondido,
dice que se fuga con la luna.
Y de ti ahora sólo queda la almohada.

En el tiempo marca lluvia para hoy, pero, por si acaso, me he dejado el paraguas en casa.

viernes, 8 de agosto de 2014

Una de Troyas

Es la historia de siempre y sólo nos hemos cambiado los papeles.

Lo que habría sido mi personaje camina hacia el suicidio amoroso no por tristeza, sino por estupidez.

Una de las estupideces más ancestrales del mundo, tan sólo comparable con la lucha de poder, con la muerte de Príamo y Aquiles la misma noche y una Troya arrasada por las llamas.

Es un personaje firme que no tiene nada que perder, eterno porque ya se ha roto en millones de esquirlas que ni un titán, en el más cruel de los castigos divinos,   pudiera alcanzar a contar. 

Es el héroe antagonista, la última mirada incrédula de Andrómaca al ver caer a su Héctor, el dolor irracional desprovisto de sabiduría que encuentra fuerza de donde no quedan ni las cenizas de sus mil ciudades imaginadas.

Y, en ése instante en el que acecha la presencia del vacío, sobreviene la última instancia de todas, el Caos.

viernes, 13 de junio de 2014

Tiempo entretejido(s)


De la manta de Penélope quedaba ya poco. 
Unos jirones que se movían a golpe de viento e iban y volvían. 
Perdidos de haber estado encadenados a una eterna espera, 
sin saber qué es la libertad.

De uno de ellos un famoso diseñador había tejido un pañuelo
que albergaba todos los colores del universo. 
Y, en él, aún, se escuchaba el estallido de las olas contra los muros de Ítaca o,
quizá, fuera el sonido sordo de las lágrimas de Penélope al golpear el suelo. 

Todas aquellas que lo vestían, decían sentir lo mismo, 
la presencia de unas manos del pasado que hablaban de ausencia, 
rodeando su cuello.