domingo, 1 de diciembre de 2013

Inviernos desiertos.

¿Cómo no me iba a enamorar? 

Si su piel era roja arena del desierto,
sus ojos brasas candentes, 
sus labios los más carnosos dátiles,
su respirar aguacero
y su risa un anestesiante oasis. 

Sus rizos negros pedazos de una eterna noche. 
Infinitos haces estrellados. 

Le quise, ¿cómo podría decir lo contrario? 

Si con una sonrisa se desprendía el universo. 
Si con una caricia se rompía el tiempo. 
Si él era fuego y yo, tan de hielo. 

¿Cómo no sucumbir a la más deliciosa de las muertes?
¿Cómo eliminar mi parte de locura suicida? 

Los amores suicidas nunca olvidan.

Terminó el verano y ahora es invierno
desde hace demasiado tiempo,
por entender como frío
la ausencia de
tu cuerpo
contra
el mío.

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